En el centro histórico, cerca de Bolívar y Allende, se encuentra Limosneros. Creación de Juan Pablo Ballesteros, bisnieto del fundador del Café Tacuba, es un restaurante que ofrece un menú de platillos mexicanos con un toque moderno, pues utiliza ingredientes poco comunes, preparados con técnicas innovadoras.
El lugar toma su nombre de los «muros de limosneros», construidos hace más de 400 años usando limosnas en especie: cantera, ladrillo, piedra volcánica o tezontle, y que ahora dan personalidad al galerón que presume una decoración auténtica y chic.
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En una atmósfera cálida, iluminada de amarillo, cuelgan focos y botellas que aprovechan la altura de las vigas. La barra saca el máximo provecho al concepto de reciclaje, pues está repleta de damajuanas de vidrio soplado rellenas de mezcal. El techo también está adornado con cuerdas de henequén y lámparas hechas de caballos tequileros. En el segundo piso hay lámparas fabricadas con molcajetes. Estos detalles han vuelto a Limosneros un lugar imprescindible para la gente joven de la ciudad, que no perdona la fotografía para sus cuentas de Instagram.
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La carta fue diseñada por los chefs Lola Martín del Campo, José Luis Curiel y Pablo Figueroa, e incluye ingredientes como salsa de pulque con ciruela amarilla o mole de chicana, una hormiga de Oaxaca. Las entradas van desde un cono de chicharrón de queso con cuitlacoche hasta unos tacos de venado acompañados de pepita de calabaza. Para acompañar hay cervezas artesanales mexicanas fermentadas con calabaza de castilla o maíz, entre otras. No te sorprendas si mientras disfrutas tus alimentos, grupos de turistas visitan el lugar y te observan comer con atención.
