Comercialmente hablando, el Cayenne es el modelo más importante de Porsche, punto. Desde su aparición en 2002, la marca de Zuffenhausen ha roto récord tras récord con las ventas de este SUV, algo que todos los entusiastas del mundo debemos agradecer pues, en consecuencia, Porsche cuenta con la liquidez necesaria para desarrollar y fabricar joyas como los GT4 y GT3, así como financiar parte de sus programas de competición. Todo un círculo virtuoso.
Hablando de los cambios de esta tercera generación e iniciando por el exterior, sus formas, líneas y proporciones nos dejan claro que se trata de un Cayenne.
Pienso que de forma similar al icónico 911, Porsche apuesta por un cambio evolutivo, en lugar de uno revolucionario. Bien ahí. Las diferencias generacionales se notan, sobre todo, en el frente, rines y luces traseras.
Me llama mucho la atención que en el caso del Cayenne Coupé, éste puede ser hasta 33 kilogramos más ligero gracias a los paquetes opcionales de reducción de peso. Mecánicamente, de inicio habrá cuatro opciones de motores turbo de seis y ocho cilindros en V, con potencias que rondarán de los 353 a los 659 caballos.
Como siempre, destacan las prestaciones del Turbo GT, que puede acelerar de 0 a 100 km/h en 3.3 segundos, y llegar hasta los 305 km/h. Nada mal para un SUV que además de llevar a cinco personas con todo y equipaje, también puede rodar en asfalto, tierra, grava, hielo, nieve, et al.
Por dentro es donde quizá Porsche se ha dado más licencias: el Cayenne ahora incluye un tablero con tres pantallas. Sí, el sistema de info-entretenimiento, o como la marca le llama: Porsche Driving Experience, recibe un cuadro de instrumentos de pantalla curva (12.6 pulgadas), acompañado de otra al centro de 12.3 y otra de 10.9 pulgadas para el pasajero delantero.
Adicionalmente, los botones en la consola central están integrados a una superficie que ofrece retroalimentación háptica.
Considerando lo anterior, Porsche ha trabajado en entregar el Cayenne más amigable en la historia. Mejor aún, conserva ese halo de estatus y deportividad, con todo y la madurez que llega con tantos años siendo un referente. ¡Larga vida al rey!