Sonriente y con esa formalidad y educación que lo caracterizan, así llegó Carlos Cuevas a nuestra cita. Al preguntarle sobre las tres palabras con las que se definiría, me contestó: “Formal, disciplinado y muy alegre”.
Carlos Cuevas tiene, lo percibo así, don de gente: “Siempre he sido una persona muy feliz y trabajadora; traigo proyectos buenísimos, además de nueva compañía disquera: ahora pertenezco a Sony Music, y en marzo lanzaremos un disco que traemos bajo el brazo, un álbum de boleros; vuelvo a la esencia que me había caracterizado. Algunas compañías disqueras me habían relegado un poquito, me estaban poniendo canciones con géneros que no eran lo mío, así que ahorita estoy muy feliz”.
Para Carlos Cuevas la vida ha sido, según me percaté, algo maravilloso. Le ha entrado al toro por los cuernos, pero también se ve que ha disfrutado cada momento que el destino le ha puesto enfrente: “Recuerdo mucho cuando era chavo el estar jugando con mis hermanos. Crecimos en la colonia Roma, mi hermano Alfonso -que en paz descanse-, mi hermana Aída y yo. Era el fiel compañero de mi hermana, era su Patiño, era su muñeco, era el que le ayudaba a hacer su casa de muñecas. Me ponía a actuar con ella, nos movíamos juntos a todos lados. Pasábamos horas en la calle, porque la vida era bien diferente a lo que vemos ahora, todo estaba muy tranquilo. Íbamos a la escuela en la Plaza Miravalle, hoy ahí está la glorieta con la Fuente de las Cibeles”.
Cuando me comenzó a platicar sobre sus días de escuela me sorprendió el orgullo con el que hablaba sobre sus buenas calificaciones: “Era excelente estudiante, Leo, me jacto en decir que siempre fui un chavo de 10, hasta la fecha. Las materias que más disfrutaba eran español e historia… ¡amo la historia! No tengo faltas ortográficas, me encantaba aprender todo eso. También era muy travieso; como fui el consentido de la familia, al ser el más chavo me consentían muchísimo, desde mi mamá, mi hermana, mis tías, así que era muy travieso. ¿Cuántas descalabradas?, no sé; ¿cuántas peleas a puño cerrado?, no sé, pero era un verdadero relajo. Bendito sea Dios de chavo puedes hacer lo que quieras, siempre y cuando jamás les faltes el respeto a tus mayores y, sobre todo, jamás faltándote el respeto a ti mismo”.
Su afición, mejor dicho, su gran pasión por el canto nació desde que estaba muy pequeño: “A mí me gustaba cantar en la regadera. Yo cantaba y cantaba, no me daba miedo cantar en donde me pusieran. Mi abuelo nos ponía a ensayar para cantar a Aída y a mí. Desde que me acuerdo, mi gusto por cantar estuvo ahí. Desde niño decía que de grande quería ser cantante o futbolista. El futbol no se me dio, pero a los ocho años me fui a inscribir al programa Las aventuras de Capulina, y al otro día me llamaron a cantar; de ahí en adelante llevo 40 años de carrera artística. La primera vez que estuve en televisión fue en Televicentro, en el estudio A, con Paco Malgesto”.
En su vida paralela, me refiero a la que no es pública, Carlos Cuevas ha tenido la gran fortuna de formar una familia muy unida, la cual comenzó, dice, de esta manera: “Llevo 30 años de conocer a mi mujer. En marzo próximo cumplimos 29 años de casados. El día que conocí a mi esposa le dije: ‘¡Contigo me voy a casar!’, pero no lo tomó en serio, y mira lo que son las cosas, desde entonces seguimos juntos. Tengo dos hijos, mi hija está en el último semestre de la carrera de Comunicación, y mi hijo está estudiando cine. Los dos cantan, pero definitivamente no se quisieron dedicar a la música, y los respeto, la verdad es que se necesita un temple muy importante para subirte a un escenario”.
Carlos Cuevas, una personalidad con Estilo, se despidió así: “Hay que vivir la vida intensamente porque la vida es y será siempre tan excitante como el compás de un bolero”.
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