Apenas lleva dos años en el mundo del arte y Manuel Flores Kuri, más conocido como Mafloku, la está rompiendo. Tan es así que sus obras ya han sido apreciadas más allá de nuestras fronteras, específicamente en Miami, Nueva York, París y Londres.
Pepe Real
Contador público de profesión y artista plástico por elección, Flores Kuri se considera una persona con gran capacidad de observación. “Siempre me ha gustado observar y a veces me noto haciéndolo frente a cosas ordinarias”, comenta.
La figura infantil destaca en las obras del artista originario de Tampico, Tamaulipas, quien comparte que tiene tres sobrinas que aparte de aparecer en muchos de sus cuadros, “un día que me visitaron durante la producción de uno de ellos tomaron una brocha y me ‘ayudaron’ interviniendo libremente. No sé si quieran dedicarse a la pintura, pero sí sé que son muy felices viéndose en paredes públicas y sabiendo que serán observadas por muchas personas en el mundo”.
¿Por qué en tus obras prevalece la figura infantil?
Es importante recordar lo fascinante que son las cosas de todos los días para ellos; (cuando éramos niños) veíamos todo con aventura, maravillados, sin relacionarlo con un sentido de utilidad, amenaza o sobrevivencia. Cuando llegamos a verlas en términos de ganancia o pérdida, como normalmente lo hacemos, las formas de las manchas en el piso dejan de tener magia, y de hecho la mayoría de las cosas dejan de ser mágicas.
¿Qué pretendes transmitir a través de tus trazos?
Más allá de mi propia intención detrás de las obras, lo más valioso es lo que me explican sus observadores, cuando al conectar me describen lo que les hacen sentir.
¿Cuáles son tus técnicas pictóricas?
Uso acuarela sobre papel. Es curioso, ya que al no tener formación alguna, sin expectativa elegí el medio asumiendo que era el más sencillo. En el momento en que entré por primera vez a una tienda de suministros pensé que si en preescolar utilizan este material, debería entonces ser el más fácil para alguien sin experiencia.
¿Dónde has expuesto tus creaciones?
En Miami, Nueva York, París, Londres, y en múltiples ciudades de México, incluyendo Tampico, donde crecí, lo cual me llena más de orgullo. Todas las invitaciones para compartir mi trabajo son emotivas, pero más el estar en todos esos espacios especiales del mundo donde hay alguna obra mía diciéndole algo en privado a quien la mira.
¿Qué reconocimientos has recibido?
No existe mejor reconocimiento para mí que compartir un pedazo mío en la pared del lugar donde se viven cientos de historias: en casa de aquellos que tienen mis piezas.
¿Cuál es el más grato recuerdo que tienes como artista?
Hacer un viaje en carretera de 3 mil kilómetros con mi papá para llegar a una de mis exposiciones.
Platícanos alguna anécdota sobre tu trabajo…
Durante una exposición llamó mucho mi atención una niña que veía mis obras mientras apuntaba hacia ellas explicando a su abuela lo que significaban para ella. Fue memorable porque, sin saberlo, pronunciaba lo que yo había estado pensando en el momento de producirlas, y lo hacía con mucha precisión, sin titubeo.
¿Cuál es el mejor halago que te han manifestado sobre tus cuadros?
Cuando el público me explica qué les hace sentir cuando ven mis obras. Me he sorprendido gratamente con las interpretaciones que me comparten, me hace feliz saber que detonan algo. También recuerdo que un gran coleccionista de arte, y ahora buen amigo, una vez me hizo una videollamada desde su casa en Bolivia; era un lugar lleno de arte con cajas y cajas de esculturas y pinturas impresionantes, entonces me enseñó el sitio privilegiado en la sala donde colgó mi obra.
¿Qué recomendación les darías a quienes se inician en el arte?
Dos de las primeras cosas que nos enseñan en la vida es que no debemos correr con tijeras ni darle de comer a los osos, además de aprender a colorear sin salirnos de la raya. Mi consejo es obedecer las primeras dos lecciones, y olvidar por completo y en todo sentido la última.