Hay algo muy especial en correr con otras personas. No importa si eres principiante o si llevas años entrenando: el simple hecho de estar ahí, compartiendo la misma ruta, el mismo aire y las mismas ganas de estar mejor, lo cambia todo.
Este domingo 30 de marzo, más de 6 mil personas se dieron cita frente al Auditorio Nacional para correr el lululemon 10K Tour 2025. Desde muy temprano se sentía una energía bonita: sonrisas nerviosas, abrazos antes de empezar, playlists listas y muchos pasos por delante. No era una competencia. Era una manera de decir “aquí estoy” con el cuerpo entero.
Kilómetro a kilómetro, paso a paso
La ruta avanzó por Paseo de la Reforma hasta Los Pinos. Pero más allá del paisaje —hermoso, por cierto—, lo que se vivió en el trayecto fue lo más valioso: alguien animando a su amiga a no rendirse, personas desconocidas aplaudiendo al costado, un papá corriendo con su hija, alguien llorando al cruzar la meta.
Fue una de esas mañanas que se quedan guardadas en la piel. Porque correr es una fiesta.

No se trataba de llegar primero
Sí, hubo quienes ganaron premios, y claro que se celebró. Pero en realidad todos los que cruzaron la meta ganaron algo. Una medalla, sí, pero sobre todo una sensación difícil de explicar: la de haber logrado algo que parecía simple, pero que significa mucho.
Y eso se notaba en los abrazos al final, en los ojos brillosos, en el silencio después del esfuerzo.

Una comunidad que se mueve junta
Al final, lo más bonito fue sentir que no estabas solo. Que hay muchas personas allá afuera que también quieren cuidarse, moverse, respirar, empezar de nuevo. Que el bienestar no siempre se ve perfecto, pero se siente real.
El lululemon 10K Tour 2025 fue eso: una mañana para recordar por qué nos movemos. Para agradecerle al cuerpo. Para volver a empezar.