Con más de ocho kilómetros de longitud, una calle que alguna vez fue un río en el estados de Guanajuato, México, ahora se ha convertido en el camino subterráneo más largo del mundo y gracias a su historia, arquitectura, decoración, iluminación y cuidado es Patrimonio de la Humanidad y Capital Cervantina de América.
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Estas calles se encuentran debajo de las vías comunes que están a ‘simple vista’ en la ciudad, éstas fueron construidas para librar a los habitantes de las vías principales de las inundaciones que abundaban en épocas pasadas.
El 10 de enero de 1822, el Ayuntamiento de Guanajuato decidió hacer el primer túnel de desagüe para evitar que el agua afectara a la hacienda de San Agustín, la cual es ahora el Parque de las Embajadoras. La construcción continuó hasta la parte trasera de la Presa de los Pozuelos, hoy conocida como ‘El Cuajín’.
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Sin embargo, el proyecto comenzó hasta el 4 de junio de 1883 y fue interrumpido en varias ocasiones, pero no fue hasta la inundación de 1905 que reanudaron la construcción. En la actualidad estas calles subterráneas atraen turismo, sirve como vía alterna para el tránsito local y sobre todo para dar románticas caminatas a lo largo de éstas.