× NOTICIAS DESTACADAS MODA BELLEZA ESTILO DE VIDA RECOMENDACIONES EDICIÓN DIGITAL MOTOR

Estilo DF Luis Gerardo y Diego

por: Mario Cabrera

Celosos de su privacidad.

Apenas se encuentran tras bambalinas y Diego Luna y Luis Gerardo Méndez se saludan con especial y emotiva efusividad, sin importar que durante los últimos días han protagonizado diferentes encuentros arriba y abajo de las tablas para afinar detalles de cara el estreno de Privacidad, obra que debuta este viernes en el Teatro Insurgentes. Pero tan pronto como disminuye la euforia ocasionada por la estrecha amistad que los une, ambos adoptan un tono más serio e intercambian puntos de vista en un intento por resolver en conjunto, un contratiempo que ha surgido en el proceso creativo del personaje que están encomendados a interpretar por separado. No hay duda, los dos están comprometidos con el montaje que marcará su regreso a la disciplina por la que profesan una pasión casi palpable. Y es que a pesar de su franco ascenso en diferentes plataformas, Diego y Luis Gerardo son casi tajantes al asegurar que nada de esto habría sido posible sin el teatro, al que piensan regresar tantas veces como les sea posible. Sin embargo, subir al escenario no responde únicamente por esta devoción, sino también porque Privacidad los llevó a confrontarse con el dilema que supone el uso, a veces imprudente, de la tecnología y el consecuente anhelo de invitar a reflexionar al respecto a los espectadores.

 

Diego Platícanos sobre el surgimiento de este montaje…

Ha sido un viaje muy emocionante, primero por el descubrimiento personal que me trajo la obra. Eventualmente el saber cómo lo íbamos a abordar para compartirlo con el público, ¿sabes?, fue como darme cuenta de muchas cosas que ya intuía pero no sabía realmente si estaban o no, si eran posibles o no. De repente, esta obra me clarificó un poco la ignorancia en torno a la tecnología y a lo que implica el uso que le estamos dando hoy. Es una obra que llega en el momento justo a México, cuando nos urge empezar a preguntarnos muchas cosas antes de que sea demasiado tarde.

 

Una invitación expresa a reflexionar, pero ¿también a confrontarnos?

Sí, es una obra que, para empezar, te va a divertir, entretener y te la vas a pasar a toda madre, pues es un espectáculo multidisciplinario donde hay mucho video, donde la música y el diseño sonoro importan mucho, pero eventualmente te va a confrontar con cómo te comunicas hoy, con qué representan para ti las redes y cómo nos hemos vuelto adictos a los teléfonos. Hoy en tu teléfono haces llamadas, se ha convertido en tu cámara fotográfica, es tu periódico. De repente depositamos todo en un objeto, entonces hay que ver cuáles son las consecuencias, cómo se refleja eso en ansiedad y neurosis, y cómo eso nos aísla. En teoría, este aparato está para conectarnos pero hoy no hace más que provocar lo contrario. Ya no vas al puesto de periódicos y te encuentras al otro, a aquel que tenías que encontrarte y con el que quizás tenías que compartir un segundo, un momento que no controlas, no planeas, no diseñas y dejas de lado ese espacio para el improviso, para la sorpresa porque hoy prefieres estar ante este objeto que te da todo, sin necesidad de comunicarte o interactuar con alguien más.

 

¿En serio crees que hemos perdido de vista que la tecnología tiene que estar a nuestro servicio y no al revés? 

Claro, creo que ahora nosotros estamos al servicio de ella y de estos aparatos. Me parece que es como en esos documentales que revelan lo poco que usamos de nuestro cerebro, sucede lo mismo con los teléfonos. Realmente sabemos muy poco de lo que éstos pueden hacer o ya están haciendo. Uno no puede dejar de pensar que se han vuelto aparatos de control, que nos tienen sometidos de alguna forma. Ahora basta con que me lleve tu teléfono para saber exactamente todo sobre ti, pues ahí están tus álbumes de fotos y toda tu información, cuando antes se tenían que meter a tu casa y robarte un álbum para saber quién era tu familia y eventualmente poder hacer lo que tengan en mente. Hoy tu teléfono tiene toda esa información, es tu base de datos y es testigo de tu forma de pensar sobre temas que quizá crees irrelevantes, pero que pueden ser de interés para alguien más como el gobierno de Estados Unidos que anunció que puede pedirte acceso a tus redes para ver cómo te has manifestados en torno a su nueva administración. Antes no sabíamos que si lanzabas un WhatsApp o un tuit, eventualmente se te iba a regresar cuál boomerang. Si nos ponemos un poquito maquiavélicos, se trata de un objeto con el cual nos pueden controlar fácilmente.

 

Tengo entendido que el anhelo por hacer esta obra surgió después de que la viste en Nueva York, ¿por qué decidiste buscar a Luis Gerardo?

Agradezco muchísimo tener la oportunidad de trabajar con él, ya tenía ganas de hacerlo desde hace rato, lo admiro y me encanta su trabajo, creo que es un tipo entregado y entiende muy bien que actuar se trata de convicción, de entregarse de forma total a un proyecto y a un personaje. No hay proyecto en el que Luis Gerardo no esté dando todo y eso es bien chingón porque motiva a todos a su alrededor y genera una muy buena dinámica. Para asegurarnos que podamos dar una temporada larga, una gran herramienta era alternar, pero no sólo para solventar el problema de las agendas, queríamos darle al público la oportunidad de ver dos veces la obra y que se viera muy distinta porque no será lo mismo cuando la haga él, que cuando la haga yo porque somos personas muy diferentes.

 

¿Crees que este modo de trabajo pueda redituarte otros beneficios?

Sí porque me da la tranquilidad de poder ver cómo se ve mi puesta desde mi perspectiva como productor, y como actor sentarme a ver a mi semejante, las decisiones que tomó e influenciarme por eso, aprender de eso también, estar ahí para apoyarlo y saber que está ahí para apoyarme cuando surjan dudas, pues a pesar de que está el director éste nunca te sabrá responder exactamente porque él no está viviendo el personaje. Hoy hay alguien que está viviendo la misma experiencia que yo y ese nivel de confidencia me trae mucha paz.

 

¿Por qué decides regresar a hacer teatro cuando el cine acapara tu agenda?

Porque para mí lo más rico como actor que te puede pasar es enfrentarte al público vivo y tener esa experiencia con la gente que tienes enfrente, alimentarte con su reacción. El teatro es el medio del actor, hay un momento en el que el director se queda abajo y se vuelve público y ya no puede interferir, una vez que arranca la experiencia de principio a fin lo que sucede es responsabilidad del actor. Te toca a ti transitar ese viaje y llegar al final de la mejor forma posible. El día que deje de hacer teatro es porque ya no me interesa actuar y sólo me dedicaré a dirigir o producir.

 

¿Tiene un sabor especial contribuir a contribuir a la diversificación de la cartelera nacional?

El teatro mexicano es una industria mucho más sana que la del cine, somos una de las ciudades en el mundo con mayor oferta teatral, un reflejo de que la cultura de teatro en México es muy grande. Las últimas cuatro experiencias de teatro que he tenido he sido testigo que el público está ávido, gracias al trabajo conjunto de público y la comunidad teatral.

 

¿Cómo se siente saber que pasarás los próximos meses aquí?

Me gusta estar aquí, adoro México, ésta es mi casa y aquí viven mis hijos y mi padre, por ende no hay un lugar más importante para mí que éste, pues aquí está mi pasado y está mi futuro. Para mí hacer teatro es eso, obligarme a estar en un lugar, algo que mi trabajo y sobre todo el cine me quita tanto, la sensación de pertenencia. Te obliga a pasar todas las noches de jueves a domingo en el mismo lugar, por eso mi vida se simplifica y adoro eso, adoro ir de mi casa al teatro, llegar con tiempo, prepararme, dar mis funciones y después salir a cenar. Siempre es necesario esa descompresión y saber que al día siguiente va a pasar más o menos lo mismo. Amo esa parte hermosa del teatro de empezar a las seis o siete y tener vida, poder estar cerca de mis hijos, hacerles compañía e ir a todas esas cosas que pasan en su escuela y no hay que perderse, así como incluso ir al futbol. Adoro mi vida cuando hago teatro.

 

Con el próximo estreno de Línea mortal: Al límite y el anuncio de que serás parte de la nueva cinta de Woody Allen vives un momento muy bueno en el cine, ¿a qué se lo atribuyes?

Creo que tiene que ver con todo lo que he hecho en mi vida y con lo que he trabajado, pero también con un alto grado de suerte, una estrella que me va siguiendo, no sé si sea la energía de mi mamá o de alguien que me quería mucho y se quedó por aquí, porque he sido muy afortunado. Agradezco estas oportunidades que me da la vida y poder trabajar con gente que ha sido importante en la formación de mi carrera. Hago lo que hago porque autores, directores y películas fueron influyentes para mí, me marcaron en un tiempo determinado y que hoy la vida me dé chance de participar y acercarme a estas voces, me parece una gran fortuna y algo de lo cual tengo que aprender muchísimo para seguir en esto y claro seguir creciendo.

 

Luis Gerardo

La meticulosidad con la que eliges tus proyectos te ha llevado a rechazar numerosas propuestas laborales, ¿qué tuvo Privacidad para que aceptaras formar parte de ella?

Había decidido no hacer teatro en un buen rato. A pesar de que tuve experiencias muy afortunadas en los últimos años, también fueron muy desgastantes emocional y físicamente. Con El curioso incidente del perro a medianoche y Hotel Goodluck dimos muchas funciones y terminaron por ‘quemarme’, estaba muy cansado. Me fui de vacaciones a Japón y un día viajando en el tren bala, me llegó un mail de Diego y de Claudio Carrera (el productor) invitándome a formar parte de esto; de inmediato les dije que no, ja, ja, ja. Diego me contestó al día siguiente y me pidió que leyera el texto. Con tanto tiempo libre acepté y al terminar les dije que me sumaba. Leyendo, me encontré con algo que me he cuestionado los dos últimos años de mi vida, una de las preocupaciones que más me han atormentado y más me han intrigado: cómo acomodamos nuestras relaciones personales con las redes sociales.

 

¿Entonces este montaje te dio la oportunidad de afrontar este medio?

Me parece que sí. Mi generación se está viendo muy afectada por problemas de ansiedad que vienen muy de la mano con esto, estamos sumergidos todo el día en una cacofonía de lo que vemos en Twitter, Facebook e Instagram bombardeando al cerebro con información muchas veces útil y la gran mayoría no. Es como si no quisiéramos detenernos y pensar, como si tuviéramos miedo al silencio, ocasionando una falta de reflexión que te impide encontrar tu voz como artista y ser humano. He estado trabajando mucho en mí, en empezar a meditar y a desconectarme un poco del teléfono, aunque es cierto que es una gran herramienta y tampoco te puede aislar. De esto habla la obra de teatro. Esta puesta no sataniza en ningún momento la tecnología o lo que está sucediendo, más bien invita a reflexionar sobre el tema y a cuestionarnos cómo podemos reconectarnos con quien tenemos enfrente y al mismo tiempo, no desconectarnos de este mundo virtual. También me llevó a pensar en algo que no había tomado en cuenta: ¿cuáles son las consecuencias de utilizar la tecnología que estamos usando cotidianamente? Me queda claro que no tenemos idea. Cuando la gente venga a ver Privacidad se dará cuenta de muchas cosas, pues vamos a mostrarles cosas que hacen sus teléfonos de las que no tienen idea y que pueden llegar a ser aterrorizantes pero que es importante saber. Entender que tu teléfono está emitiendo meta data que cualquier hacker de medio pelo puede obtener.

 

¿Estamos ante una obra poco convencional?

Sin duda, ésta será la primera obra de teatro a la que llegarás y no te pedirán guardar el teléfono, al contrario, te pedirán tenerlo a la mano y conectado a la red. La intención es llevar el mismo viaje que el personaje que interpretamos los dos, un escritor que tras sufrir un bloqueo artístico decide ir a terapia y a través de ella y su inconsciente, empezamos a conocer a todas estas autoridades sobre la tecnología y las redes sociales que empiezan a orientarlo para vencer este bloqueo. El viaje que lleva este personaje lo seguirás mediante el teléfono, lo que hace una experiencia única pues estás viendo la obra, pero también recibes información en tu celular, entendiendo cosas sobre tu aparato y sobre cómo te relacionas con él.

 

¿Cómo ha sido trabajar con Diego, en el entendido de que no son relevos el uno del otro, sino parte del mismo equipo?

Ha sido increíble, justo porque este enroque es el que me permitió regresar al teatro. Ambos estábamos cansados de las presentaciones interminables, pero deseábamos regresar a él porque nos encanta hacerlo, deseábamos tener esa experiencia más pura y directa con el espectador, esa que el cine no te puede dar por sus tiempos, ésos que te hacen estar en un canal totalmente distinto. También es interesante que desde el principio ambos experimentemos el proceso de ensayo, las lecturas y la producción. Muchas veces pasa que, en este tipo de teatro comercial, cuando el actor principal se cansa o tiene que irse por compromisos, entra un actor suplente que tiene una semana para aprenderse la obra, que sólo puede ver los videos del actor que lo hizo antes y tiene dos ensayos con el director para subir a hacer lo que Dios le dio a entender, lo que es una posición muy incómoda (la conozco porque me ha tocado vivirla) y que finalmente me parece injusta con el público. Aquí no sucede igual. La experiencia también ha sido muy tranquilizante al saber que hay otro actor que está pasando por el mismo proceso que tú en el camerino de al lado. Eso me invitaba a preguntarle su punto de vista y hacer de esto una creación colectiva del mismo personaje, pero cada quien desde su trinchera.

 

¿Qué pasó por tu cabeza cuando te buscó?

Desde un punto de vista más personal, tengo que decir que es muy fuerte compartir el escenario con Diego porque él es una de las razones por las que yo me volví actor. Cuando vivía en Aguascalientes, tenía como 17 años e iba a la prepa, me metí al cine con mis amigas a ver Y tú mamá también, y recuerdo que al final de los créditos me quedé viendo la pantalla y tuve la certeza de que yo quería hacer eso, quizás no tenía claro que quería ser actor, pero sí sabía que quería contar ese tipo de historias. Años después haciendo La pareja perfecta, una obra de teatro en el Foro Shakespeare, Diego se me acercó a felicitarme y a decirme que le había encantado mi desempeño. A partir de ese entonces nos volvimos muy cercanos y comenzamos a encontrarnos más seguido en las entregas de premios, en las fiestas y hasta en el gimnasio.

 

Te mantuviste firme en tu deseo de recuperar esa tranquilidad que por un momento el teatro te arrebató, ¿no te da miedo volver a perderla?

No pienso en eso. Al contrario, estoy muy emocionado por cada aspecto de esta oportunidad: el montaje, el equipo creativo, compartir el escenario y la chinga con Diego, reencontrarme con el director Francisco Franco (a quien por cierto le debo mucho en mi carrera) y con Claudio Carrera, el productor principal de la obra y un gran amigo mío. Todo eso me ha permitido deshacerme de ese desencanto que me mantuvo quebrado como actor.

 

¿Qué se siente contribuir a la diversificación de la cartelera mexicana?

Afortunadamente es buen momento para el teatro en nuestro país, creo que en todos niveles: universitario, comercial, experimental y subvencionado. Que la gente vaya a verlo es un reflejo de ello. Nuestra responsabilidad es hacer teatro que conecte con el espectador, que sea interesante, novedoso, que lo sacuda y también lo entretenga porque a mí no me gusta ir a ver una obra en la que vez un plomazo de tres horas en el que no sientes ni entiendes nada.

 

Finalmente han llegado los proyectos adecuados para ti, no sólo en teatro, sino también en el cine, el cual retomas con muchos bríos, ¿valió la pena la esperar?

Vaya que sí, lo interesante de todo esto es que después de que hace tres años no entendía muy bien lo que estaba pasando, aprendí que esta carrera es como una montaña rusa en la que es imposible estar todo el tiempo arriba, porque es cansado tanto para ti como para la gente. Siento que tuve un momento muy mediático hace dos años en las que se juntaron las películas y las series, y decidí parar, me alejé del cine y del teatro y me quedé sólo con Club de cuervos. Ahora coincide con el lanzamiento de Bayoneta, Tiempo compartido y Camino a Marte, la última de ellas en diciembre y la tercera de esta serie con Netflix que me encanta a mí y a la gente. Estoy contento, sin embargo, este regreso al teatro es lo que realmente me tiene satisfecho.

Cuestión de estilo. 

¿Qué? Privacidad

¿Dónde? Teatro de los Insurgentes

¿Cuándo? De jueves a domingo a partir del 5 de octubre

¿Quiénes? Alternan Diego Luna y Luis Gerardo Méndez junto a ocho actores en escena

 

Deja un comentario

Podría interesarte

Leer más de