No estamos llorando, se nos metió un… bueno sí, sí estamos llorando. Y es que la historia que te vamos a contar realmente nos conmovió, pues nos demuestra una vez más que con convicción y esfuerzo, todos podemos ser amables y empáticos.
Dicen que ser buena persona no cuesta nada, y hasta cierto punto es verdad. Sin embargo, serlo a veces requiere de nuestra parte pequeños o grandes sacrificios que muchos no están dispuestos a hacer, pero que al final, quien se atreve a tomarlos y ver más lejos de su bienestar, recibe la satisfacción de trascender más allá de su propia existencia.
En esta ocasión, esa bondad llegó por parte de Albertina Flores González, una abuelita de la comunidad de Los Claveles, al norte de Perú. Albertina vive del campo, y aunque su propia situación es complicada, no dudó en compartir lo que tiene con los más afectados por la pandemia.
Con dos bolsas a los lados, Albertina llegó al comedor popular de Pimpingos para donar parte de su cultivo con la finalidad de que las personas que cumplen con el confinamiento por contagio de COVID-19, tengan qué comer en los siguientes días.
“Aquí traigo unas cositas… Disculpen que no traiga más, porque vengo caminando.” dijo a los encargados del comedor que preparan los alimentos para los enfermos.
Gracias a La República, quien dio a conocer esta historia de primera mano, sabemos que las condiciones en las que vive Albertina no son las mejores. Sin embargo, ellos se encargaron de llevarle alimentos y dinero enviado desde Lima de manera anónima. Demostrando así que la bondad y generosidad sólo se puede multiplicar para regresar al mismo lugar de donde provino.
¡El mundo necesita más personas como Albertina! ❤️