Con el fallecimiento del papa Francisco este lunes 21 de abril a los 88 años, en su residencia en la Casa Santa Marta, se abre la “sede vacante” en la Iglesia católica. La Plaza de San Pedro se ha llenado de fieles que lo recuerdan como un “hombre de paz y de los pobres”, pero también de especulaciones: ¿quién será el próximo papa? ¿Seguirá la Iglesia la línea reformista de Francisco o girará hacia un rumbo más tradicional?

La respuesta no es simple, y la decisión recae sobre 138 cardenales electores —menores de 80 años— del Colegio Cardenalicio. Durante los próximos días estos hombres con voto deberán reunirse en Roma, primero para participar en las congregaciones generales y luego, en el momento más solemne, encerrarse en el Cónclave, sin ningún contacto con el mundo exterior, hasta elegir al nuevo “Vicario de Cristo”.

¿Cómo funciona el Cónclave?
El Cónclave se celebra en la Capilla Sixtina bajo estrictas medidas de aislamiento y confidencialidad. Tradición y tecnología se cruzan: los celulares quedan fuera y las votaciones se hacen en papeletas que luego se queman. Si hay humo negro, no hubo elección; si hay humo blanco, el mundo sabrá que ya hay nuevo papa.

El proceso comienza oficialmente tras el funeral del papa difunto y los llamados Novendiales, nueve días de luto. Si todos los cardenales ya están en Roma, el Cónclave puede adelantarse. El camarlengo, el cardenal Kevin Joseph Farrell, es quien dirige temporalmente la Iglesia mientras llega el nuevo Pontífice.

¿Quiénes son los principales candidatos?
La lista de papables, como se les conoce informalmente, es diversa y refleja las tensiones internas de una Iglesia que navega entre la tradición y el cambio.

Matteo Maria Zuppi (Italia, 69 años)
Arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. De corte progresista, es cercano a los valores de Francisco y ha mostrado apertura hacia bendiciones a parejas homosexuales y una Iglesia sinodal.

Luis Antonio Tagle (Filipinas, 67 años)
Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Su experiencia pastoral y su carisma lo convierten en uno de los favoritos. Fue considerado “el delfín” de Francisco.

Pietro Parolin (Italia, 70 años)
Secretario de Estado del Vaticano y figura clave en la diplomacia vaticana. Aunque carece de experiencia pastoral directa, su perfil político y su pragmatismo podrían jugar a su favor.

Péter Erdő (Hungría, 72 años)
Conservador, firme en temas como el matrimonio y la homosexualidad. Tiene amplia experiencia académica y curial, y podría representar un giro tradicionalista.

Jean-Marc Aveline (Francia, 66 años)
Arzobispo de Marsella y defensor del diálogo interreligioso. Considerado uno de los obispos franceses más cercanos al estilo de Francisco, aunque evita posiciones claras en debates polémicos.

Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo, 66 años)
Otro favorito del ala progresista. Cercano a Francisco, ha pedido revisar el enfoque de la Iglesia sobre la homosexualidad y el celibato sacerdotal.

También destacan nombres como los de:
Robert Sarah (Guinea)
Gerald Lacroix (Canadá)
Robert Prevost (EE.UU.)
Cristóbal López (España-Paraguay)
Pablo Virgilio David (Filipinas)
Odilo Pedro Scherer (Brasil)
¿Y los mexicanos?
México, uno de los países con mayor número de católicos del mundo, estará representado en el Cónclave por dos cardenales electores: Carlos Aguiar Retes y Francisco Robles Ortega.

Aguiar Retes, arzobispo primado de México, es considerado un hombre dialogante y pastoralmente activo. Por su parte, Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara, tiene una trayectoria sólida en el Episcopado Mexicano. Si bien ninguno figura entre los favoritos en Roma, su presencia representa la voz latinoamericana en la elección.

Una Iglesia en busca de rumbo
El futuro de la Iglesia católica se define ahora no sólo en términos espirituales, sino también políticos. La secularización, la pérdida de fieles y los escándalos de abuso han mermado su influencia en muchas regiones. El nuevo papa deberá enfrentarse a estos desafíos, al tiempo que equilibra las tensiones internas entre conservadores y reformistas.

Con el humo blanco no sólo emergerá un nuevo líder espiritual para más de 1,200 millones de católicos: también se trazará el rumbo que seguirá la Iglesia en una era de cambios profundos.
