Para Isela Váz, su poemario Retrato frente a la sombra, de reciente lanzamiento, se trata de una historia personal, pero que a la vez es de todos. Los lectores, asegura, “serán compañeros en un viaje introspectivo que transcurre a través del dolor, los recuerdos, la añoranza de cosas perdidas, la soledad, todo con tintes de fe y amor”.
Por Pepe Real
Isela recuerda que sus primeros textos líricos los escribió entre los 14 y los 15 años, pero nunca con la certeza de que se trataba de poesía. “Esas líneas en el papel eran sólo un medio de escape de la realidad que mi cabeza no era capaz de descifrar, eran jirones de sentimientos en tinta”.
Fue hasta la preparatoria cuando una de sus profesoras descubrió sus dotes, elogió su sensibilidad y la impulsó a seguir por ese camino. Desde entonces quedó más que convencida de que la poesía la eligió a ella, antes de que ella abrazara este género literario.
En el capítulo “El cuerpo que grita”, los poemas de Isela Váz representan, por así decirlo, un grito de batalla frente a una vida que la ha retado de manera constante desde que llegó a este mundo. “Mi cuerpo se desdijo de mí y de sí mismo a las pocas horas de nacida”, relata.
Pese a que el camino no ha sido fácil, la autora nunca se dio por vencida, y en esta lucha contra los infortunios decidió asirse de la poesía cual salvavidas para demostrar de lo que está hecha. De esta manera, escribir sobre sus vulnerabilidades sin duda la hizo más fuerte, le dio la oportunidad de transformarse, aprender, descubrirse, aceptarse. En pocas palabras: salir airosa.
“Hay veces que la vida o el destino no te dejan muchas opciones: o te levantas y peleas con lo que tienes, por lo que quieres, o te quedas quieto y ves la vida pasar frente a tus ojos. Y yo, pues decidí vivir con todo lo que esto implica. Sin duda, la escritura ha sido un gran paracaídas y, a su vez, mi manera de alzar la voz por todas las personas que viven alguna condición de discapacidad”.
En Retrato frente a la sombra “acudimos a la valentía convertida en papel y tinta, al testimonio de una mujer poeta que hace malabares de fuego para recordarnos que, más allá de las limitaciones de la piel, los seres humanos nos explicamos y nos comprendemos en la libertad”, apuntó Mónica Soto Icaza en el prólogo del poemario de Isela Váz.
Mientras que para el periodista y escritor Arturo J. Flores, quien acompañó a Isela en la presentación del libro, Retrato frente a la sombra “es un diario de lucha en el que ni por un momento se respira un ánimo derrotista. Isela es esa fuerza invencible que nos dice a los ojos: ‘He muerto tantas veces que aprendí la receta de la resurrección’”.
¿En qué momento decidiste escribir este poemario?
Retrato frente a la sombra no nació de un eje o intención, a través de los años las piezas se fueron encontrando mientras lo iba escribiendo. Dicen que los escritores dejamos un trozo de nosotros en todo lo que escribimos, y me aterraba la idea de desnudar mi corazón y que todos conocieran uno que otro de mis demonios. Hasta que un día alguien me ayudó a dar ese salto de fe, y sin pensar me lancé y aquí estamos, respondiendo preguntas.
Compártenos algunas razones por las que no podemos dejar de leer Retrato frente a la sombra…
Después de leer este libro, el lector no volverá a ser el mismo; pueden cambiar algunas de sus percepciones emocionales, porque los sentimientos siempre están ahí, pero lo importante es cómo los digiere. Por otra parte, si no eres afecto a la poesía, este libro podría ser una buena puerta de entrada al género, es un poemario que puedes leer de una sentada. Además es un boleto de viaje en un vagón donde puedes encontrar caras de entes conocidos, pero que a veces nos apenan, incluso nos da miedo dialogar con ellos. Este libro nos da una opción de destino: la reconciliación.
¿Con qué idea quieres que se quede el lector al leer tu poemario?
Primero, que siempre hay luz en la sombra, sólo es cuestión de quererla ver. Y segundo, que la poesía es una herramienta más para hacer llevadera la vida.
¿Cuál es el plus de Retrato frente a la sombra que dejará enganchados a los lectores?
La oportunidad de ver el amor, el dolor, la luz y la sombra a través de los ojos de una mujer que ha experimentado la postración, andar con muletas, con bastón, y todo lo que esto implica en una sociedad, la mayor parte de las veces, indiferente.
¿Tienes algún poema de Retrato frente a la sombra que sea tu consentido o te identifique más?
Es una pregunta difícil, es como preguntarle a una madre a qué hijo quiere más; en todos hay una parte de mí, algo que viví, sentí, odié o amé. Sin embargo, hay uno llamado “Me sostengo en palabras”, que representa mi escritura en general y a este libro en particular.
Compártenos alguna anécdota que te ocurrió en la presentación de tu libro…
Hubo más gente de lo que uno habitualmente espera en una presentación de libro, y más siendo de alguien que nadie conoce; para mí, eso ya es algo digno de contar. También llegaron personas que no había visto en años, y otras que admiro y que nunca imaginé que estarían ahí, como el gran periodista y escritor Sergio Sarmiento. Por otra parte, el hecho de que el público conectara tanto con mis poemas, los sintiera tan propios que incluso algunos llegaran al llanto, es algo que no pensé que fuera capaz de lograr.
¿Qué aprendizaje te dejó escribir Retrato frente a la sombra?
Aprendí a desprenderme. En el proceso tuve que dejar de lado muchos prejuicios, ideas canónicas y miedos acerca de lo que es la vida y la poesía, que en mi ser conviven como una misma sombra.
Platícanos de “Kintsugi”, un poema dedicado a tu mamá…
Hay un arte japonés milenario que se trata de reparar los objetos rotos con emplastes de oro, lo cual hace más valioso el objeto debido a la historia de sus fisuras. Todos tenemos una persona que ha tenido la sabiduría de rellenar con amor esas fracturas cuando estamos rotos. En mi caso, esta artesana de almas es mi madre.
¿Cuál fue la reacción de tu mamá al leerlo por vez primera?
No lo leyó, lo escuchó. Fue en la presentación, leí en los gestos de mi madre lo que no pudo decir en palabras, su impresión con este poema. De algún modo, a través de “Kintsugi” mi mami pudo sentir el hondo agradecimiento que le tengo por este amor y dedicación sobrehumanos que me han hecho la persona que soy.