Con sus obras, la artista Marissa Soto busca evocar en los espectadores alegría, libertad y fuerza, pero también hacerlos regresar a la niñez y recordar todo lo que vivieron junto a juguetes tradicionales como los que plasma en sus cuadros.
Por Pepe Real
Para ella, pintar es un ejercicio que la llena de vida y paz, “significa poner el alma en cada pincelada”. Y aunque su arte podría ubicarse entre figurativo fantástico y abstracto, admite que sigue buscando su propio estilo: “Estoy en un proceso de experimentación, la pintura es tan versátil que es difícil resistirse a seguir probando técnicas y estilos”.
Aunque Marissa estudió la carrera de Arquitectura en la UNAM, prefirió dedicarse a lo que más le apasiona. “A pesar de sentirme como pez en el agua ejerciendo la arquitectura, siempre satisfacía las necesidades de otros; en cambio, con la pintura no tengo límites, con ella puedo volar con un pincel sobre un lienzo, la creatividad es plena, ya que no se sujeta a nada”, afirma convencida.
La acuarela, óleo y encausto son las principales técnicas que aplica en sus cuadros, algunos de los cuales ya se han expuesto en Europa, específicamente en Barcelona, España, y por supuesto en la Ciudad de México.
Con apenas cuatros años dedicada de tiempo completo a realizar trazos, revela que al empezar a pintar tiene la costumbre, a manera de ritual, de encender una vela, servirse un mezcal y poner música para que fluya su proceso de creación, al cual se entrega totalmente.
¿En qué momento te diste cuenta que la pintura era tu más grande pasión?
Nací con ella, me ha acompañado toda la vida, desde que recuerdo me atraía mucho ver los cuadros al óleo que hacían mis hermanos, a cada rato les preguntaba “¿cómo se dibuja esto?”, “¿cómo se logra este efecto?”.
Además de paisajes, en tus obras sobresalen los juguetes tradicionales, trompos, yoyos, baleros, caballitos de madera, muñecas de trapo, ¿qué te llevó a elegir esta temática?
Por las experiencias que viví con ellos, formaron parte de mis juegos de niña. Sería hermoso que se volvieran a poner de moda.
¿A qué artistas admiras y cuáles de ellos han influido en tu trabajo?
Admiro a Michelangelo Buonarroti, Paolo Veronese, a Sandro Botticelli, Salvador Dalí y Gustav Klimt, estos dos últimos son los que influyeron un poco en mis primeras obras.
¿Qué otro tipo de arte realizas aparte de la pintura?
Hago bisutería con técnica de alambrismo, además me gusta intervenir algunas de estas piezas con mi arte.
¿Qué reconocimientos has obtenido por tu labor artística?
Varios, destaco el que me dio el Departamento de Psicología Ambiental de la Facultad de Psicología de la UNAM, por el primer lugar en el concurso de selección de color con que se pintó la facultad, en julio de 1990. Además de pertenecer a la Asociación Internacional de Artistas Visuales con sede en Florencia, Italia, a la cual fui invitada y formo parte desde enero del presente año.
¿Cuál ha sido tu obra más memorable y por qué?
Un pequeño autorretrato en acuarela que se llama “Sueños cumplidos”, porque siempre quise aprender a hacer mis pastillas de acuarela y con esa obra las estrené, además estaba en Venecia, que también era uno de mis sueños.
¿Cuál es el momento más amargo de tu carrera?
El que vivo ahora mismo: perder a mi compañero que me impulsó tanto en esta carrera; ahora lo hago sola.
¿En qué piensas mientras creas tus cuadros?
Es curioso, porque normalmente no pienso, me pierdo en cada pincelada, en ir preparando el pigmento y cada gota de aceite; disfruto ver si es la consistencia o tono adecuados, sólo eso, me abandono en ese momento, me olvido de cualquier necesidad.
Si no hubieras sido pintora, ¿a qué te hubieras dedicado?
Soy muy creativa, tal vez hubiera sido diseñadora industrial, pero igual a la par sería pintora, no me imagino haciendo otra cosa sin la pintura.
¿Cuáles son los más grandes sueños de Marissa?
Tener una casa-estudio y viajar por todo el mundo para dar a conocer parte del arte mexicano con mis obras.
Y tú, lector, ¿qué esperas para cumplir tus sueños?